lunes, 31 de diciembre de 2012

De que sirve...


De que sirve…

De que sirve llorar…

Cuando el barco zarpa, y no puedes parar el subir su ancla.

De que sirve suplicar….

Un perdón no concedido cuando el sacerdote no puede absolverte.

De que sirve amar….

Cuando el amado cierra las puertas de un corazón herido.

De que sirve gritar…

Cuando nadie te escucha rodeado de un tumulto de gente alocada.

De que sirve lamentarse….

Cuando no luchas por lo que quieres y lo dejas escapar

De que sirve vivir….

De que sirve soñar…

De que sirve ilusionar…

De que sirve….

domingo, 30 de diciembre de 2012

Un inicio o un final



La luz entraba por la ventana e iluminaba toda la habitación. Poco a poco me fui despertando. Abrí los ojos y miré al techo. Mi mirada recorrió la estancia intentando ubicarme. Poco a poco vinieron a mi mente la noche anterior. Difícilmente la olvidaría en mucho tiempo. Le escuche respirar y me giré hacia él. Allí estaba Sergio, durmiendo plácidamente. Durante unos minutos le observé. Tan tranquilo, respiración pausada y una leve sonrisa en sus labios.

Por un momento, tuve el impulso de despertarle, de continuar lo que había empezado la noche anterior, pero no lo hice. Disfrute de aquella imagen en silencio, sellándola en mi retina para no olvidarla jamás.

Pasé mi mano suavemente por su pelo negro, acaricié sus mejillas y rocé sus labios con la punta de mis dedos. En mi rostro se dibujó una sonrisa agridulce. Los pensamientos sobre lo que hacer se alborotaban en mi cabeza. Si me vestía y me iba, seguramente no habría una segunda vez. Y si me quedaba me enamoraría de aquel hombre que me había hechizado con su  mirada y su sonrisa, y mas cosas que no era el momento de recordar porque terminaría despertándolo y repitiendo la noche anterior.

Decidí levantarme y sin mover mucho las sábanas me fui retirando, aunque no pude evitar echar un vistazo a lo que había bajo ellas, sonreí picaronamente.

De puntillas por la habitación fui recogiendo mis cosas, estaban esparcidas, los tacones uno en cada esquina, las medias,…. Metí las cosas de cualquier manera y cerré la maleta. Y sin apenas dejar rastro de mí más que en su piel, abrí la puerta y salí de la habitación.

En el ascensor no pude evitar mirar mi reflejo en el espejo, mi rostro tenía un brillo especial y la sonrisa seguía en  mis labios sin desdibujarse. Pero no había vuelta atrás.

El recepcionista entretenido detrás del mostrador ni me miraba, me  acerqué y acerté a decir;

-Un sobre, un folio y un bolígrafo, por favor.

Salí del hotel después de dejar la nota y con la maleta llena de sensaciones contradictorias. Quería quedarme pero no tenía el valor suficiente. Ya sentada al volante decidí iniciar el regreso. Tenía un par de horas para asentar las ideas en soledad.

Según recorría kilómetros la sensación de que me alejaba de mi misma me invadía cada vez más. Era una opresión que  se apoderaba de mi alma. Conduje casi sin prestar atención, ni a la carretera ni a los letreros, mi mente estaba ocupada en otros menesteres.  Después de casi dos horas desperté de mi ensimismamiento y paré el coche.

No estaba en mi cuidad, no eran mis calles, pero todo me era terriblemente familiar. Decidí  arrancar de nuevo. El coche no quería ponerse en marcha.  Era lo que me faltaba. Intento uno, nada. Intento dos, nada. Intento tres, nada….. me impacienté. Baje del coche, encendí un pitillo y busqué calma. No sabía que hacía allí y encima el coche así.

De repente entendí el lugar, las casualidades….

Caminando por la calle venía Sergio, desde lejos me vio. Clavó su mirada en mi, no la apartaba y yo la mantenía. Mi nerviosismo aumentaba y por primera vez sentí las mariposas en el estomago.

A dos metros de mi, entre curiosidad, sorpresa y seguridad me preguntó:

-Qué haces tu aquí?

-Vine para quedarme- balbuceé sin apartar la mirada.

Sonrió con la mirada, se acercó y me besó. Las palabras ya sobraban.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Primera vez.....


Ana llevaba meses nerviosa pensando en aquel encuentro. Nerviosa, impaciente pero anhelosa de llegara el ansiado momento. Estaba temerosa de tenerle enfrente. Aquellos besos furtivos, temblorosos que se habían dado poco tiempo atrás, sólo habían incendiado más una pasión que crecía a cada momento.

Ella no paraba de recordar aquel el  instante que se vieron por primera vez. Se sentía devorada por la mirada de él. Aquellos ojos marrones tan transparentes dejaban ver lo que las palabras no podían ni eran capaces de decir.  Corriente, conexión, unión, feeling…. Tantas sensaciones aun por descubrir.

Su mente no quería despegarse de los recuerdos de aquella tarde de verano, cuando por casualidad premeditada, se encontraron solos uno frente al otro. Ana con una serenidad que ocultaba su gran nerviosismo, sus manos temblorosas y que con fuerza él se las agarró, entrelazándolas con las suyas. El roce de sus dedos.  La miró y sin mediar palabra la besó. Sus labios se acoplaron a la perfección, sus lenguas se buscaban en una sintonía perfecta. Sus brazos la rodearon como queriendo impedir que se escapara. Ana no tenía intención de escaparse de la prisión de aquel calor, de aquel cariño, de aquella pasión.

Se besaban, se miraban, el metía los dedos entre su pelo, acaricia su mejilla. La apretaba contra su cuerpo. Un constante y continuo deseo de darle todos los mimos que no había tenido ocasión de ofrecerle.

Un beso en el cuello que hoy pasado el tiempo un hace que le corra un escalofrío por toda la espalda.  Se sentía como una adolescente en su primera cita con su primer amor.

Se miraron a los ojos un instante, instante en que su corazón quedó  al descubierto y de sus labios brotó un te quiero. A ella se le encogió el estomago y solo atendió a responder; yo también.

Se besaron como si no hubiese mañana. Como si cada beso quisiera demostrar todo lo que habían callado, todo lo que se habían guardado por miedo, por temor. Esos besos eran como una consumación  de los sentimientos que intentaran aplacar. Esos besos que devoraban como si en sus labios hubiese hambre atrasada.

Ana con los ojos cerrados tumbada en cama, sentía los besos como si fuese hoy mismo. Sentía su calor. Su aroma le impregnaba los sentidos. Seguía recordando cada momento como si de una película a cámara lenta se tratase.

Los dos sabían que ese primer encuentro de sus pieles sólo era el principio. Ya no había vuelta atrás. Acababan de pasar aquella línea que ambos tenían tanto temor de cruzar.

Como en todo encuentro, también llegaría la hora de la despedida. Decirse adiós no, simplemente hasta pronto.  Fue duro despegarse de aquel cuerpo deseoso de poseerla, de aquellas manos que se aferraban a las suyas. Pero el tiempo apremiaba y no podían dilatarlo más.

Sus miradas prometieron volver a cruzarse. Y poco a poco fueron poniendo centímetros, metros entre los dos. Cada uno volvió por donde había llegado.

Ahora ella planeaba ese nuevo encuentro. Estar juntos otra vez, sin prisa, solo los dos. Uno para el otro y otro para uno, y decidir que hacer  con lo que ese día había nacido. Ser uno sólo. Entregarse a él en cuerpo en alma y poseer su corazón y su ser.

Aquel día se fue como llegó, como un espejismo pero en el corazón de Ana se había encendido una llama difícil de apagar. Y que ahora simplemente buscaba y conseguiría hacerlo realidad.

martes, 16 de octubre de 2012

Nadie


 

Estaba muerta en vida, sin estar postrada en una cama, sin estar físicamente, si no enferma del alma. Una enfermedad que cada vez se volvía más incurable. Sentía la soledad más absoluta a pesar de estar rodeada de gente. Las lágrimas corrían por sus mejillas sin pestañear ni provocarlas. Volviéndose un acto casi incontrolable. Una agonía incesante, que no se detenía pero iba carcomiendo por dentro todo a su paso. Todo lo convertía en un tormento atroz.

Entró en casa y estaba vacía. Solo sus pasos llenaban el espacio. Ese espacio que poco a poco oprimía más su alma. Sus pesares estaban ocupando todos sus muebles. Los armarios llenos de recuerdos, los cajones llenos de errores, la cómoda guardaba las malas decisiones y por doquier a la gente que había dejado escapar de su vida sin ponerle remedio.

Se miró en el espejo y no se reconoció. Donde quedó su sonrisa? Donde quedo su alegría? Sonde el brillo que desprendían sus ojos antaño?

Todo se perdió por el camino. Cuándo? Difícil recordarlo. Todo se fue torciendo. Minando sus ganas de vivir. Se había metido en un pozo sin fondo del que ahora casi le resultaba imposible salir.

Se sentó en el sofá y el agotamiento le venció. Después de unos minutos se despertó. No fue un sueño reparador, el desasosiego estaba dentro de su ser. Encendió un cigarrillo pero ni así se tranquilizó.

Ya no podía más. El peso que cargaba su espalda era demoledor, le hacía andar encorvado. Sus movimientos se volvían más lentos. Su desanimo crecía por momentos.

No podía seguir así. Lo tenía claro. Nadie le echaría de menos, nadie lloraría su ausencia, nadie le recordaría, nadie, nadie, nadie…. NADIE. Eso era lo más duro. Percatarse de ello fue determinante para tomar la decisión.

Llenó la bañera de agua. Puso música y se desvistió ceremonialmente. Cada cosa en su sitio, perfectamente doblada. Primero un pie después el otro y poco a poco todo el cuerpo.

 Sin hacer ruido se fue apagando. Se fue como había llegado sin que NADIE la echara en falta. Su desvivir dejaba de ser su cárcel, su prisión.  Toda el agua se tiñó de rojo y sus ojos se cerraron despacio para no volver a abrirse jamás

sábado, 15 de septiembre de 2012

Pienso en ti


Pienso en ti….

Y una lágrima recorre mi mejilla

Pienso en ti….

Y se me encoje el alma

Pienso en ti….

Y un nudo en mi garganta

Pienso en ti….

Y los recuerdos me golpean

Pienso en ti….

Y la impotencia me vence

Pienso en ti….

Y tu aroma inunda mis sentidos

Pienso en ti…

A cada instante, a cada segundo

Pienso en ti….

Y mis pensamientos eres tu

Pienso en ti, pienso en ti….

Simplemente pienso en ti….

domingo, 12 de agosto de 2012

Carta a Mamá


Querida mamá:

No se por donde empezar esta carta. Si por preguntarte si te encuentras tranquila, estas bien o si ya has hallado esa paz que siempre buscabas.

Hay tantas cosas que quisiera decirte y que se agolpan en mi garganta que no puedo pronunciarlas. Tantos reproches por hacer, tantas gracias por darte, tantas preguntas sin responder y tantos recuerdos sin olvidar.

Hoy después de años, empiezan a recobrar sentido muchas frases que decías y que cuando era más pequeña no entendía. Muchas enseñanzas que querías que aprendiera y me negaba a aceptar. Ahora todo toma forma. “La experiencia es la madre de la ciencia”; atinabas  a decir. ¡qué razón tenías!

El amor de una madre es incondicional, esa máxima que toda mujer alardea de poseer en ti era una realidad. Siempre estabas ahí, para apoyarme en mis logros, para levantarme en mis caídas, para darme ese empujón cuando el miedo me paralizaba, para reprenderme cuando mis equivocaciones eran evidentes, para hacerme reir cuando la tristeza nublaba mi sonrisa… y mil veces más en las que sin pedírtelo tu sabías que te necesitaba.

Nunca te he dado las gracias por todo lo que has hecho. Gracias, muchas gracias, mamá.

A lo mejor es un poco tarde para ello. O simplemente estoy arrepentida de no decírtelo antes. Pedirte perdón es otra de mis asignaturas pendientes. Si, pedirte perdón por tantas noches en vela, por tantas decepciones que fui acumulando en mi haber, por tantas veces que no supe valorar tus sacrificios, por tantas y tantas veces que no te comprendí. Perdón!

Tú me perdonaste desde el momento en que nací, sabías que sería tu preocupación, tu alegría, tu consuelo y tu tormento, tu añoranza y tu satisfacción, sería siempre y por siempre tu amada hija.

Me gustaría devolverte todo lo que me has dado. Ahora es difícil o casi imposible. Mi meta será mantener el legado de tus enseñanzas,  y transmitirle los mismos valores a tus futuros nietos y que algún día ellos se sientan tan orgullosos de ser hijos míos como yo de serlo tuya.

Sé que desde el lugar que te encuentres seguirás mis pasos, mis tropiezos y mis saltos. Que sin que me percate, retiraras los obstáculos de mi camino y me guiarás por el buen sendero.

Las palabras no alcanzan a describir mi gratitud hacia ti. Siempre estarás en mi recuerdo y en mi memoria. En esos momentos que guardo como felices siempre has estado tú.

Solo me queda decirte algo, que no por falta de sentirlo no he pronunciado más veces, sino por no creerlo necesario fui olvidando la importancia de esas dos palabras: TE QUIERO, mamá.

Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero…. Ahora no me canso de repetirlas. Siempre estarás a  mi lado.

Te quiero y siempre te querré y no te olvido ni te olvidaré

    Tu hija

viernes, 13 de julio de 2012

El ascensor




Hora de irse a casa. No tenía ganas de nada. Era tarde, estaba cansada de andar de aquí para allá. Bajaría en el ascensor, estaba vaga para ir por las escaleras.

Mientras lo esperaba daba cuentas de todo lo que tenía que hacer. La lista la hacía mentalmente, pensando que algo quedaba pendiente; recoger el traje de la tintorería, pasar por el super, pasarme por correos…En el pasillo no se oía nada más que mis pensamientos rebotando en las paredes.

El ascensor no tardó. Me metí dentro, pulse el  -1. La puerta se cerró y escuché el ruido del motor poniéndose en marcha. Como de costumbre no pude evitar mirarme en el espejo. Retocarme el pelo. Fijarme en mis ojeras pronunciadas por falta de descanso de las últimas semanas. Un estruendo me sacó de mis meditaciones.

De repente, se había parado. No me lo podía creer. Instintivamente empecé a tocar todos los botones, como si eso ayudara a ponerse en marcha. Ninguno respondía.

Chillé. Llamaba a voces al silencio. Pedía ayuda. Gritaba  que estaba atrapada. Nada. Nada se escuchaba.

Rebusqué en el bolso. Con los nervios no encontraba el móvil. Mierda! Nada de cobertura. Cobertura cero. Era increíble. Y por encima, solo me quedaba mitad de la batería.

Me senté en el suelo e intentando ordenar en mi cabeza lo que estaba pasando. La desesperación se apoderaba de mi, no podía dejarme controlar por el miedo. ¿Miedo a qué?. Estaba sola, encerrada en un ascensor, en un edificio que se antojaba vacío. Acompañada por el silencio interrumpido por el crujir de la madera y demás ruidos sin identificar.

Alguien tendría que aparecer tarde o temprano, pero allí metida me estaba pareciendo demasiado tarde.

Jugueteaba con el móvil en la mano. No podía usarlo para nada, sin batería, sin cobertura. Quería estar ocupada. Hacía calor, sentía sudores, me faltaba el aire. No me gustan, ni me gustaban, ni me gustaran los sitios cerrados.

Me incorporé. Empecé a pasear. Un pie delante, después el otro, y así uno y otra vez. Recorrí el minúsculo  habitáculo. No sé cuantas vueltas di.

De nuevo, me senté. Observé detenidamente las paredes, cada centímetro del espejo, cada mancha, cada huella, cada reflejo. Cada botón, cada luz, cada rayazo en el metal.

Como deseaba que pasara el tiempo. Caprichoso tiempo que parecía detenerse aún más. Caminaba despacio, haciendo pausas eternas entre segundo y segundo.

Necesitaba tener la mente ocupada. Palabras encadenadas. No funcionaba.

No sé cómo, pero me puse a canturrear, tararear. ¿Qué canción?. Varias, cualquiera con estribillo pegadizo que rescataba del recuerdo.

Poco a poco me venció el sopor. Debí de cerrar los ojos. Oí voces que mi subconsciente las mezclaba como parte del sueño. Tardé en reaccionar. Instintivamente empecé a aporrear la puerta. Un poco de escandalo no vendría mal para que me escucharan.

Después de un intercambio de voceríos y gritos varios consiguieron dar conmigo. Ahora el tiempo transcurrí más deprisa. Por fin iba a salir de allí.

miércoles, 27 de junio de 2012

En la playa


Sentada en la arena mirando el mar de fondo. El rugir suave de las olas invocan mis recuerdos. Recuerdos no vividos y anhelados. Sentimientos a flor de piel aún por consumar y pensamientos llevados por la brisa más allá de donde yo los pudiese enviar.

Allí sentada en la toalla ante la soledad más absoluta rodeada de la multitud ajena a mi y yo a ellos. Tu llenabas mi pensar.

Por un momento deje mis pensamientos en el limbo y decidí observar a las personas que paseaban por la orilla.

Unos charlando y gesticulando buscando la aprobación de su acompañante. Otros, a la par y en silencio, sin dirigirse la palabra ni la mirada, sólo mirando al frente. Otros solitarios, a paso ligero, sin detener su caminar.

Niños que juegan a hacer castillos de princesas que se desvanecen en el vaivén de las olas.  Unos entran poco a poco en el agua, aclimatándose al frio de  la masa azul con el contacto de su piel.  El valiente que se tiraba  de golpe como si así el frio no penetrase en los poros de su piel.

También estaban los que luchan con sus cometas contra el viento caprichoso, que surcan los  cielos llenándolos de color y piruetas.

El pin pin de las palas al recibir la pelota que tantas veces no termina en lugar deseado.

Los enamorados que pasean agarrados de la mano, dedicándose miradas de complicidad llenas de amor. Los abuelitos que ya morenos por sus paseos diarios haciendo su ruta a paso ligero.

El vendedor ambulante de pulseras, refrescos, sombreros y todo que se pueda vender, que pasa a mi lado sin ofrecer su mercancía.

Los chiquillos que juegan a saltar las olas sin fuerza que mueren en la arena.

Y a lo lejos el horizonte donde el cielo se une con el mar, a lo lejos donde te encontraras tú. Y yo queriendo contigo compartir lo que mis ojos ven y lo que mi corazón te quiere contar.

miércoles, 20 de junio de 2012

Lluvia


Sentada en la cafetería, veía a través del cristal. Era agua fina que poco a poco iba cambiando el color de la piedra seca. La teñía de color oscuro, brillante.
 Con las primeras gotas la gente pasaba impasible. En cuanto empezó a ser  contante se resguardaban debajo de los soportales. Otros corrían desafiando al acierto de las gotas en su cuerpo. Y algunos ponían las bolsas y carpetas sobre sus cabezas como si así la lluvia les fuese a resbalar.

Me quedé presa de la lluvia, presa de su magnetismo, que poco a poco me llamaba, me arrastraba hacia ella.

No sé que me impulsó a ello, pero me fui levantando de la silla y me dirigí hacia fuera.

La lluvia caía. Empezó a mojarme. Estaba fría. En segundos dejó de importarme y el agua empezó a penetrarme.

Levanté la mirada, sentía cada gota rozando mi rostro. Pasé las manos por la cara como si la secase para sentirla de nuevo.

Empecé a girar como un tiovivo. Me sentía feliz, felicidad que se reflejaba toda en mi.

No sé si alguien me miraba, si alguien se fijaba en mi poco apropiado proceder, pero no me importaba. No recuerdo el tiempo que estuve dejando que la lluvia me mojase, que borrara cualquier resto de mal rollo de ese día.

Empapada, calada estaba, pero la sensación de  libertad, de tranquilidad que sentí jamás la he vuelto a experimentar.

jueves, 31 de mayo de 2012

El extraño


Estaba harta. Mi vida era rutina constante; casa al trabajo, del trabajo a casa. Los fines de semana no tenía ganas de nada. Un aburrimiento de vida. Quería cambiar pero tampoco sabía como.

Aquel día como cada lunes llegué pronto para aparcar, después era casi imposible encontrar un hueco. Al entrar me dirigí al ascensor, tenía la mañana vaga. Estaba bloqueado y ensimismada me quede mirando al técnico sin prestarle atención. De esos momentos que dejas perdida la mirada sin mirar, sin prestar atención donde están fijos tus ojos. No se el tiempo que estuve así pero una voz me despertó. Reaccioné y sin darme cuenta sonreí.

Hacía tanto tiempo que no esbozaba una sonrisa que no pude evitar fijarme en él. Intercambié un par de frases y cortésmente me despedí para dirigirme a las escaleras. Sin darme cuenta era la primera vez que empezaba mi jornada de buen humor.

Por primera vez en mucho tiempo mis compañeros me veían sonreír. Pero en realidad nada había cambiado en mi vida. Al acabar me fui a casa y tirada en el sofá seguía cautivada por la sonrisa de aquel extraño.

A la mañana siguiente no encontraba que ponerme nada me convencía. Sacaba la ropa del armario la miraba, esto no, aquello tampoco. Era como si nada le sentara bien, o no se encontraba con nada.

Se hacía tarde, y al final unos vaqueros una camisa y ya esta. No tenía tiempo ni para maquillarme un poco.

De camino al trabajo notaba como el corazón me latía fuerte, la idea de volver a verlo me azoraba. Entré en el edificio y allí estaba él. Las miradas se cruzaron de nuevo, y mi nerviosismo  era evidente. No sabía a donde mirar, como colocar las manos. La saludo con una gran sonrisa y un piropo que me ruborizó.

Subí las escaleras como si flotando estuviera. El día se hizo eterno, solo esperaba que se acabara para encontrármelo a la mañana siguiente. No podía sacárselo de la cabeza y empezaba a fantasear con un encuentro con el.

Me dormí con él en el pensamiento. Me desperté con la sensación de haber tenido el mejor polvo en años. Como era posible. Aquello tenía que solucionarlo pero a lo de ya.

Decidida estaba a salir de dudas. Así que cuando lo viera se acabaría la timidez e intentaría que fluyera algo más. Le sorprendería. Pero la sorprendida fui yo. Al llegar al ascensor, el no estaba. Me entristecí. El día se tornaba gris. Aunque como en todo día lluvioso siempre aparece un rayo de sol.

Apunto de terminar la jornada, apareció  por allí. Me preguntó si tenía un momento sino esperaría a que  acabara. Me esperaría en el almacén de mantenimiento. No entendía muy bien el mensaje. Estaba decidida a ir a buscarlo al acabar.

Recogí las cosas, me despedí y al sótano fui directa. Con una sonrisa picarona me recibió. Esa sonrisa era más clarificadora que mil palabras dichas. Se acercó, me cogió la mano y me metió para dentro,  no opuse resistencia.

Se acercó, mi respiración se  iba acelerando poco a poco. Mi pensamiento solo era dejarme llevar. Cogió entre sus manos mi cara y suavemente me beso,  respondí  y busqué de nuevo sus labios entreabiertos sentí su lengua. Esos besos hicieron que un escalofrío recorriera mi  espalda. Sus manos con gran destreza desabotonaron uno a uno cada botón de mi camisa. Sin percatarme me encontré desnuda ante él.  Exploraba cada centímetro de mi piel, empezando por el cuello, siguiendo por mi pecho. Parecía conocer cada poro, cada lunar, cada terminación.

 Desvanecí en brazos del deseo. Disfruté, me estremecí. Gocé, sude y me desmayé de placer.

Esas imágenes están en mi retina, esas sensaciones en mi cuerpo, ese placer en mi memoria. Serán imborrables. No se cuando se marchó, ni cuando sola me quedé, simplemente dejó un último beso en mis labios y una gran sonrisa de satisfacción en mi rostro. 

Cuando me recuperé de la excitación, fui consciente de lo que acababa de pasarme. No era muy creíble, así que decidí no contarlo. Me vestí. Me arregle como pude y  al abrir la puerta él seguí allí. Solo me miró y sonrió.

Salí  flotando, deseando comerme el mundo. El  había sido el rayito de sol que se filtra después de una tormenta. Un día gris se tornó de colores.

Fui rebobinando escena a escena, fotograma a fotograma y no pude evitar sentir la humedad que aquel recuerdo me producía. Dormí mejor que nunca y con la sensación de que todo había sido un sueño. Al despertarme mi sonrisa era perenne, no la había borrado ni la oscura noche.

Me vestí en dos minutos deseando llegar a trabajar, a cruzarme con aquel extraño. Aquel hombre que me devolvió la pasión dormida.

Entré con paso firme, no estaba. Pero no me importó su ausencia porque su presencia eran mis ganas de vivir, de disfrutar de nuevo, de nuevas cosas.

Se que me cruzaría de nuevo con él y esta vez ya no sería un extraño sino un viejo amigo.








martes, 29 de mayo de 2012

Experiencia anciana


Un humo oprimido sale a la superficie.
Un hombre sombrío sale de la sombra.
Suena una vieja canción que añora
son recuerdos de una vida anterior.
Paredes claras, ahora amarillentas,
Rostros alegres, ahora entristecidos,
reabren la intensidad del momento
que ha pasado fugazmente.
Manos suaves ya encarnecidas,
pieles jóvenes ya curtidas y ajadas,
reflejos de grandes sacrificios
de una vida a punto de acabar.
Soledad en un pequeño rincón.
Recuerdos; su preciado tesoro.
Jóvenes recuerdos; vaga ilusión.
Su altivo esplendor pasado
contrapuesto a su vejez fracasada
luchan con gran impotencia
en la lejanía del olvido.
Pensamientos celebres y especiales
cuidadosamente elaborados
ya solo forman parte y conjunto
de una gran experiencia anciana.

viernes, 11 de mayo de 2012

Una copa de vino


Sentado en  el sofá con la copa de vino en la mano, la miraba. Era una visión poderosa. Ella me sonreía con picardía disfraza de timidez. Jugaba a desafiar mi interés sin mediar más palabras que las que emanaba su cuerpo. Evocaba mis sentidos y despertaba mis instintos.


Jugaba con su pelo mientras no dejaba de analizar mis respuestas. Recorría cada centímetro de su figura vestida. Me provocaba. Controlaba su sensualidad con gran maestría.


 Movía la copa, aspiraba su aroma como si el de ella fuese. Le di un sorbo al vino y mientras recorría mi garganta, imaginaba mis dedos paseando por su piel ardiendo y deseoso de ser tocado.


Cruzábamos miradas llenas de excitación.  Su mano acariciaba su cuello. Era una sutil invitación que no quería rechazar. El vino  y sus feromonas aumentaban la temperatura de la habitación.  Todo ella era sensualidad. Desde la manera de cruzar sus piernas, sus ademanes, su forma de mirar, como se mordía el labio, su lengua juguetona.


Mi imaginación no podía dejar de mandar a mi mente mensajes. Embelesado disfrutaba de la visión de aquella mujer menuda pero tremendamente fascinante.


Me acerqué a la mesa sin dejar de penetrarla con la mirada.  Ella seguía mis movimientos sin perturbarse. Deposité mi copa a modo de rendición. Sonrió, aceptando mi sumisión. Se acomodó dejando un hueco a su lado.  Me senté obediente y sin mediar mas palabra que la del deseo la besé. Su boca se entreabrió para saborear mi boca, jugar con mi lengua.


En ese beso perdí la noción del tiempo. Mi mano enredada en su pelo, y la otra en su espalda, que poco a poco recorría su muslo. Su facilidad para ir desabotonando mi camisa sin dejar de motivar mis ansias de tenerla toda para mi. Poco a poco me fui perdiendo en su cuerpo, amando su ser, degustando su aroma. Era la locura mas placentera sufrida.


-Rinnngggggg


Sonaba el teléfono. Me incorporé. Miré  alrededor. La copa volcada y un reguero rojo en el poluto sofá que terminaba en un pequeño charco en el suelo. Y enfrente, nada. Estaba el salón vacio de su presencia. Ella no estaba.


De nuevo cerré los ojos. Cogí la copa y de nuevo ella frente a mí. Me miraba, me incitaba y volví a sucumbir.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Una experiencia




Sienta bien estar de nuevo en casa. Fue lo primero que pensé al despertarme. Al  llevar tanto tiempo fuera y volver a tu cuarto de la infancia es extraño. Parecía de otra persona, pero guardaba la esencia de la inocencia dejada atrás.


Visitas a familiares, a amigos y lugares. Toda una felicidad para el cuerpo y el alma. La sencillez de mi lugar de nacimiento era lo que necesitaba para rencontrarme.  Pero algo perturbó aquella calma. Mi padre, como siempre, a la hora de comer conectó el televisor. Esa costumbre  no había cambiado. Ver las noticias al mediodía era y seguía siendo sagrado en casa, como un complemento más de la reunión familiar.


Yo desconectaba, pues pensaba que era más de lo mismo. Sin percatarme me vi prestando atención al presentador uniformado. Otra catástrofe en nuestra tierra. Un petrolero estaba encallado en la costa. Otra vez no, no podía ser. Pues si, la historia parecía repetirse.  En principio no suponía riesgo de fuga de fuel, pero esas cosas nunca se saben.


Los políticos de turno haciendo declaraciones para llamar a la tranquilidad. Ecologistas por el contrario, advertían de lo peligroso que se podía volver si no se actuaba a tiempo y sin demora. La marea podría llevar el fuel a la costa, si llegase  a producirse algún escape, y sería fatal.


 No podía pensar lo que ocurriría si los malos presagios se hacían realidad. Enseguida cambiaron a otros temas, pero mi cabeza no dejo de mandarme mensajes de preocupación.


En los días posteriores decidí retomar viejas amistades. Así que las horas transcurrían entre cafés, cañas y de paso buscar algún empleo u ocupación. Pero las noticias sobre el carguero no pararon de aparecer en los medios, siendo cada vez más frecuentes y preocupantes.  El crudo estaba vertido en el mar y se acercaba a la costa. Las imágenes eran espectaculares y la tragedia aún mayor.


No paraba de decirme a mi mismo que tenía que hacer algo, no quería quedarme de brazos cruzados. Esa idea me rondaba en la cabeza. No podía  dejar de darle vueltas. Era un run run constante. Era como un torbellino de pensamientos hasta que las imágenes de gente acercándose a la playa para limpiar aquella masa negra que lo empezaba a cubrir todo, me impactó.


De nuevo  el televisor amenizó la comida, mas bien la avinagraba. Las noticias ya eran monotemáticas. Un rayo de esperanza se vislumbraba entre tanta negrura, gente limpiando las playas, con palas, cubos… cualquier cosa valía para esa personas solidarias. En silencio mirábamos  y callábamos. Eran de esos momentos que las palabras solo estorbaban.


Algo en mi interior se revolvía, como si quisiera salir. De repente un grito surgió de mi garganta:


-Me voy allí.


Mi padre me miró con cara de extrañado y sorprendido por lo imperativo de mis palabras.


-¿Te vas a donde?


Por un segundo, mi mente se bloqueó y un nudo en la garganta casi ni me dejaba hablar. Finalmente musite:


-Allá me voy- señalando el televisor.


-¿Pero que se te perdió a ti allí?- indagó mi padre mirándome.


No supe que contestar. Me callé, me senté y seguí comiendo.


Al día siguiente, me levanté temprano. Preparé una mochila con lo básico y me despedí por unos días. Nadie hizo preguntas, estaban acostumbrados a mis ausencias. Aunque era extraño, acaba de llegar y me volvía a marchar.


Me encaminé hacia la estación, con caminar tranquilo pero mis pasos eran firmes y temerosos a la vez.  Al llegar allí había muchos jóvenes, mayores… la mayoría con mochilas. Sospeché que llevarían el mismo destino que yo. Eso me hizo reflexionar que la juventud no estaba tan perdida como nos querían hacer creer.


Llegó el tren, y la estación se fue vaciando, quedando desierta. Me acomode en un asiento y mirando por la ventanilla se inició el trayecto.  Los arboles, las montañas, lo verde de nuestra tierra, tan llena de vida.  El azul de nuestras aguas, la arena de nuestras playas, la grandeza de nuestro mar ahora dañado. Con esos pensamientos iban pasando las horas, haciendo el viaje corto.


Cuando se detuvo el tren, empezaron a apearse los pasajeros. No uno, ni dos, ni tres…sino una marabunta de personas. Y como si de una procesión se tratase nos dirigimos por las calles del pueblo desierto. Alguna señora en la puerta de una casa nos miraba entre curiosidad y satisfacción.


Según nos acercábamos a la playa, la gente se iba parando con la mirada perdida fijada en aquella impactante imagen. Era un manto negro salpicado de bultos blancos que se iban tiñendo de negro por el fuel.


Repartían los monos, los guantes, las mascarillas, los cubos, las palas, todo en la entrada de la playa. Ni los vi. Mis ojos estaban clavados en aquella imagen distorsionada e infernal pintada con un rayo de esperanza. Mientras me acercaba, la masa pegajosa lo impregnaba todo. Había toneladas y toneladas de mierda. Si era una mierda todo aquello, mierda era lo que había destruido la vida de tanta gente. El  desastre, naturaleza muerta que casi no se podía apreciar. La otra mierda era  incompetencia de los políticos, mierda mierda y más mierda.


Lo peor vino después. Me sobresalté al ver mover aquella asquerosa mancha negra, como si tuviera vida.  Entre miedo y curiosidad me acerqué. Mi sorpresa fue mayúscula al ver una gaviota moribunda, intentando aletear para salir airosa de la prisión  que sin buscarlo estaba sometida. Intente salvarla, pero su sentencia ya estaba dictada.


Pase semanas limpiando aquello. Buenas amistades, grandes historias y cambios en la forma de pensar, todo eso ocurrió. Mi cuerpo seguía siendo el mismo, pero muchas cosas se transformaron dentro de mí. Fue una gran experiencia.


Ahora tiempo más tarde, y mirado desde la lejanía,  no he conseguido eliminar aquella imagen de  mi retina, ni de mi recuerdo. Hoy, en la distancia, parece todo volver a la normalidad. Ya nadie habla lo recuerda, de la catástrofe que fue aquello. Pero en mi mente  sigue anclada aquella gaviota como metáfora de todo lo que  fue.







sábado, 14 de abril de 2012

A ti poeta

A ti poeta…
Que ocultas entre bellas palabras
lo doloroso que sufre
tu alma perdida.
A ti poeta…
Que prefieres soñar paraisos
mientras vives oculto
por la sombra espesa.
A ti poeta…
De grandes e infinitos pensamientos
aún por escribir en la temida
hoja en blanco.
A ti poeta…
Que no amas a quien quieres y deseas
por eso juegas con el miedo
de enamorarte.
A ti poeta…
Que sufres en silencio solitario,
tu soledad de incomprensión
constante.
A ti poeta…
A ti poeta…

lunes, 9 de abril de 2012

Mientras tú y yo estamos solos

La luna muestra su rostro enrojecido de llorar,
una niña triste por su muñeca destrozada.
Gitanos que cantan alegremente sus coplas
Mientras tú y yo estamos solos…
Guerras lejanas suenan en el tiempo.
Grandes héroes permanecen olvidados.
Locuaces jóvenes bailan a su ritmo
Mientras tú y yo estamos solos…
Insomnio se produce en el solitario anciano.
Hijos que viven con aire despreocupado.
Chiquillos inocentes juegan alegremente.
Mientras tú yo estamos solos…
Maletas sin rumbo viajan en el tren.
Desconocidos que charlan del tiempo.
Ladrones roban su pequeña necesidad.
Mientras tú y yo estamos solos…
El mar, ciudad de curtidos marineros
determina peligrosos e intermitentes oleajes
y su gran quietud muestra a nuevos amantes.
Mientras tú y yo estamos solos…
Perdemos la noción de la realidad.
Anhelamos poesía del desconocido.
Amarnos es un gran y ferviente deseo.
Mientras tú y yo estamos solos…

jueves, 5 de abril de 2012

Alguien falta a mi lado

Esta noche alguien falta a mi lado,
le invoco con gran alevosía
pero no responde a mi llamada.
Finge que se la lleva el viento.
Mi recuerdo se consuela con citas
de retazos de momentos vividos,
obligándome a no mirar
la bocanada de humo que lo oculta.
El equilibrio del universo
me concede la armonía
del momento que da el reverso
para fingir falsa tranquilidad.
Trae una experiencia secreta,
para guardar con celosía
de una gran sabiduría emotiva.
Fantástica sorpresa lo pasado
sin poder ni reaccionar ni frenar
un presagio dispuesto por otros
y por mi interior hallado disfrutado.
Esta noche alguien falta a mi lado
Y solo su recuerdo es mi compañía.

jueves, 29 de marzo de 2012

Las musas

Suéñame en cada instante,
Suéñame en cada caricia,
Y me tornaré real.
Nota mi aliento en tu cuello.
Mi mano en tu pelo.
Mi cuerpo pegado a tu ser.
Soy luz en tu oscuridad.
Fantasía en tu dormir.
Pensamiento en tu mente.
Imaginación en tu realidad.
Ámame y me sentirás.
Despiértame y revivirás.
Pronúnciame y tuya seré.
Suéñame a cada instante.
Suéñame a cada minuto.
Suéñame, suéñame, suéñame
Y siempre me tendrás.

sábado, 24 de marzo de 2012

Los miedos

Eran bastardos usurpadores
con ingredientes de normalidad.
Tenían una alevosía malvada
que los hacía enigmáticos con identidad.
Con ellos se estremecían mis miedos,
me subían por la garganta
asaltando mi sospecha
incrementada por la distancia.
Era una misteriosa armonía
creando la criatura perfecta,
que se aferraba con certeza al amor.
Disponiendo dosis de serenidad
que encajaban el rompecabezas.
Diseñamos un ser aburrido,
con envidia intuitiva y elemental.
Pero que dejaba tras de si
tremendas y dramáticas secuelas.
Todo era una gran obra,
parte un sortilegio medieval,
Traicionado por su fuerza titánica
Que ahora su frágil cuerpo albergaba.
Aquello era contrariar
el doble sentido de la naturaleza
y el azar de la infinita soledad.
Solo quedaba someterse
a una punzada de dolor.
Dispuesta a plegarse a su rumbo
improvista estaba la bruja adivina.
Pero sabia y sobradamente vieja.
Ocultaba su retorcida interpretación
de aquella pequeña broma infantil
o una insólita velada de libertinaje.

viernes, 23 de marzo de 2012

El tiempo

El tiempo se ha vuelto
un despiadado enemigo,
no me deja quedar atrás.
Sigue un perfecto orden.
Aislando a su batallón
haciéndole sufrir escalofríos
al más despiadado general.
Fascinante consigna
recuerda su abrumante poder.
Nos entorpece en empeño
fatídico de sobrevivir.
Limita nuestra posibilidad.
Lleva al desastre imparable
nuestras ansias de triunfar.
Somos frágiles marionetas
en sus viejas y sabias manos.
Quedamos convencidos de un fin
aun lejano y pero por determinar.

jueves, 22 de marzo de 2012

Estoy aqui

Sentía que estaba sola en el medio de tanta gente. El teléfono no dejaba de sonar al otro lado. Nadie parecía oírlo. Era una pesadilla que se repetía en mi mente. Aquel timbre
constante no cesaba, aún cuando el aparato estaba colgado. No podía ser.
Las diez daba el reloj. Las diez y cuarto, aquello era imposible. Las once. El tiempo pasaba sin poder pararlo.
Luchaba con el incesante seguir de las agujas que parecían no querer detenerse.
De repente, una voz al otro lado. La reconocía, y la mía era entrecortada. No sabía que decir. Por mi parte un largo silencio. Un instinto involuntario, que no podía remediar. Intentaba no
pensar, era lo que necesitaba ahora, mejor dicho; olvidar.
Mi cuerpo y mi alma pedían sosiego. Tal vez mañana despertaría y todo sería un mal sueño de mi fantástica mente. Mi voz era casi inaudible. Preguntaba si estaba bien. Alcancé a decir
que si, y suplicar que vinieran a por mi.
Mis palabras sonaban a lo lejos, como si estuviera a kilómetros desde el momento de pronunciarlas. Colgué sin decir donde me encontraba, y la batería muerta.
La espera fue larga, casi eterna.
La noche totalmente negra y vigilante me acompañaba. Mientras las luces de los coches me daban esperanzas de que sería el fin de mi tortura.
Tenía espectadores muy especiales, que me observaban con cierto interés. Era su diversión y un sufrimiento doloroso para mi.
Pasaban a mi lado y volvían a pasar. Mis ojos mostraban una indiferencia asqueada.
Empecé a sentir punzadas en el estomago. Era difícil olvidarlas, estaban muy presentes. Quería evadirme pero Dios no me quiso ayudar.
Era cierto, volviera. Pero no sabía si era la mejor solución. Luchaba contra un deseo de volver a aquel infierno o dejarme en las garras de los míos.
Mientras divagaba, los demás iban felices y sin preocupaciones. Se divertían de una manera normal. Yo no podía.
Aquello me marcara. Ahora era un ser diferente a ellos. Como si llevase un sello de identificación en la frente.
No había forma de quitármelo. Ellos no veían el suyo claramente pero también lo llevaban por dentro.
La espera se hacía larga, demasiado larga. Me estaba volviendo loca. Tantos coches pasando y ninguno se detenía, ninguno era para mi.
Por fin uno paró a mi lado. Por fin había llegado y con él un infierno mayor. Ahora debería empezar el relato de mi desaparición.
¿Qué efecto causaría? Lo vería en sus caras cuando rematara de hablar.

viernes, 16 de marzo de 2012

Un adios no es un hasta luego

Decidí quedar con él. Prepararme para el desenlace que sabía de antemano que se produciría tarde o temprano. Me arreglé como se de una cita se tratase. Acudiría con mi mejor ropa y mi mejor sonrisa.
Durante el camino mi pensamiento iba recolectando imágenes del pasado sabiendo que no se producirían jamás. Razonaba conmigo misma en que se tenía que acabar toda esperanza de algo más.
Aparqué y le vi junto a la ventana, me saludo con la mano. A lo mejor me equivocaba y era un punto seguido en aquella tragicomedia. Pero en breves momentos volvería a la realidad.
Me alegro de que todo te vaya bien. Fueron sus palabras, era una despedida en toda regla.
Fuerte me hice ante tal afirmación, actuando como si estuviera en lo cierto. Mantuve la frialdad suficiente para que mi flaqueza no fuese palpable. No podía deshacer tal equivocación.
Jugueteaba con la cucharilla dentro del pocillo de café.
Calmando mi nerviosismo. No podía mirarle a los ojos sin mostrar mi pesar. El
contándome lo bien que estaba con su “novia”. De repente, tenía novia. Hacía tres semanas me hablaba de pasión, de locuras, de viajes, y ahora tenía novia.
Sus palabras taladraban mis entrañas. Desvanecían mis esperanzas de recuperarle. El seguía hablando y yo no escuchaba. No quería escuchar lo que tanto daño me hacia y salía de su boca.
En la tele del bar, noticias que ni me importaban, pero era más fácil prestar atención que a sus palabras que eran dardos envenenados en mi corazón. Me preguntaba por mis proyectos iniciados, hablaba de los suyos.
Contestaba con templanza disfrazando mi rabia y decepción.
En el fondo sabía que tenía mas derecho que nadie a rehacer su vida, nada podía ofrecer. Y de antemano sabíamos que aquella locura era una locura sin resolver.
Pasaban los minutos, que parecían horas eternizadas.
Necesitaba acabar aquel café de cordialidad. En el fondo era un adiós más profundo y el mayor hasta luego pronunciado.
Estaba radiante, más estupendo que nunca. Así que decidí mantener la farsa un poco más. Mantener la calma y la cordura. Y no dejarme llevar por el ímpetu y decirle cuales eran mis sentimientos y que no deseaba perderle.
Sonó el teléfono, inoportuno y oportuno a la vez. Era la excusa perfecta para la desaparecer. Me pareció mi gran actuación. Me disculpé, aludiendo un compromiso surgido de repente. Con una gran sonrisa y un beso en la mejilla me despedí.
Me incitó a quedar otro día, a lo cual respondí un por supuesto. Pero en mi fuero interno sabía que era un por supuesto que no.
Cuando salí del bar me puse a caminar sin poder mirar atrás. Miré el teléfono y buscando los
mensajes que tanto había releído para borrarlos uno por uno, su número también.
Llegué al coche. Sentada ante el volante las lagrimas surgieron inesperadamente y sin poder detenerlas. Sabía el por qué de su aparición. Me dolía ese adiós, adiós definitivo, pues no podría haber una próxima vez. No estaba preparada para una amistad y menos cuando el corazón
sentía algo más.
Era bonito quedar como amigos, pero no cuando una parte
siente y yo sentía demasiadas cosas todavía.
Quedarían los recuerdos, formando parte del olvido, a los que su presencia en mi vida era sometida.
Adiós amigo mío, no habrá nunca un hasta luego.

martes, 6 de marzo de 2012

Volver

Había sido una pesadilla el tiempo transcurrido hasta ese
momento en cual te volví a ver. Tenía veinte mil preguntas en mi cabeza. Donde
has estado? Por qué no me has llamado? Llevo sin saber de ti meses, años. Pensé que habías desaparecido sin dejar rastro.
Te había buscado sin resultado alguno. Todos decían que era un largo viaje.
Pero ni un adiós dejaste dicho.
No quiero reproches. Ni voy a buscar explicaciones. Me basta
con tenerte frente a mi. Necesito besarte, amarte, dejar fluir la pasión que
llevo guardando desde tu adiós sin despedida.
No puede ser un sueño, eres real te puedo tocar, sentir tu piel, tu
olor.
Cuantas cosas que decirte! Cuantas cosas que me llevo
callando! Cuanta falta me hiciste! Cuanto te he querido! Has sido cruel dejándome
pensar que me habías abandonado sin más.
Quiero recuperar el tiempo perdido. El no haber disfrutado de
tu compañía. De nuestras grandes charlas. De nuestros planes aparcados e
inacabados. De nuestro futuro juntos.
Me olvido por un momento de todo, de lo que quise decirte y
nunca pude pronunciar. Me pierdo en tu mirada, me sumerjo en ella y disfruto
nuevamente de ti.
No se necesitan palabras, llegan los sentidos y las
sensaciones. Todo fluye entre nosotros. Tus besos saben como antaño. No puedo
esperar, no quiero que te vuelvas a escapar.
Te subo a casa, te desnudo, examino cada rincón de tu
cuerpo. Eres tú. Tu cicatriz, tu lunar, tu marca… todo esta igual. Te deseo,
necesito sentirte, que sientas mi fuerza. En ese momento se detiene el mundo,
un volcán en erupción y dos cuerpos
fundidos en uno solo ser.
Había deseado, anhelado tanto que esto ocurriera. Han sido
muchas emociones. Pensamientos encontrados. Excitación y un poco de decepción.
Una alegría teñida de tristeza. Superado todo por tu presencia. Finalmente me duermo entre tus brazos.
El teléfono esta
sonando, que suene, ya parará. Lo intento coger. Es el despertador. Me
sobresalto. Miro a mi alrededor. Te busco. La decepción se dibuja en mi cara.
Te has ido de nuevo.
La realidad me
golpea. No estás y nunca volverás. Es
imposible que vuelvas desde el más allá. Pero te cuelas en mis sueños siempre
que quieres, manteniendo vivo tu recuerdo.

domingo, 4 de marzo de 2012

Querer y no poder

No podía besarle. Le miraba y admitía que le quería pero ya
no le amaba. Podía acostarse con el pero no hacer el amor. ¿Cómo había llegado
a esa situación? Era una persona excepcional, cariñoso, amable, inteligente,
gran conversador; el hombre que toda mujer querría, menos ella.
Se había metido en un laberinto sin salida. El la seguía
deseando como el primer día, pero ella no. El seguía recordándole cada día que
la amaba, pero ella no. El seguía
reclamando su presencia, pero ella no. El seguí estando a su lado, pero ella se
distanciaba cada vez más.
Quería dejarlo, dejarlo para que el fuese feliz. Una
felicidad que tenía que encontrar con otra. Sabía que no aceptaría. Cuando se
lo plantease haría cualquier cosa para retenerla.
Llevaba mucho tiempo rondando la idea en su cabeza. Le
miraba y no sentía más que una gran amistad. Era duro. Duro tener que
levantarse cada día a su lado, acostarse cada día a su lado y desear que el de
la cama fuese otro, no él.
A veces se preguntaba si era tan idiota para no percatarse
de su cambio, o si era demasiado listo como para no plantearlo. Ya no sabía que
pensar!
Pasaban los meses, las semanas y los días se estaban
haciendo eternos en aquella prisión de la convivencia. Quería desearlo, quería
verle y acosarlo, quería echarse encima y follarle, quería, quería lo que no
podía. Eso era; no podía. Sabía que se había acabado. Lo que no sabía era como
zanjar su conflicto.
Decidió que fuese él. Que él decidiera dar por terminada la
relación. Aquello era peor. El seguía en su estado de relación perfecta, mujer
perfecta, casa perfecta, …., todo perfecto. ¿Qué perfecto ni que tontería? Eso
era lo que le apetecía chillar. Bueno, eso y ¡Tu no te enteras, chaval!. El
miedo a hacerle daño la detenía. Un miedo que también era por el que dirán. Un
lío tenía montado y tenía que deshacerlo de una vez.
Decidió que el tiempo daría la solución más tarde o más
temprano, que fuese más temprano que tarde pensaba. No iba a hacer nada, estaba
demasiado cansada de pensar.
El la buscó como cada día. Un rechazo inicial por parte de
ella, pero como ya estaba resignada terminó accediendo a sus pretensiones. Le
dejó acariciarla, sentir su cuerpo, pero no quería besarlo. Finalmente le
folló, el mejor polvo en tiempos, según él. Según ella, uno más. Cuando terminó
la abrazó, ella sutilmente se escabulló hacía el cuarto de baño.
En aquella soledad empezaron a recorrer por sus mejillas las
lágrimas que tanto había guardado. Intentaba detenerlas, brotaban de forma
irremediable. Sabía que eso era el fin.
Entró en la habitación y con una tranquilidad que ella misma
desconocía tener le dijo que tenían que hablar. Parecía no enterarse de lo que
pasaba. Ella continúo con un discurso
tantas veces había ensayado en silencio. “Lo siento, Te quiero, te
quiero mucho, pero no de la forma que tu quieres que te quiera” Se miraron y el
no dijo nada. Simplemente cerró los ojos y se volvió hacia la pared.
Ella quería abrazarlo, quería consolarlo, quería que no
sufriera. Ella quería, quería desaparecer y empezar de nuevo lejos de allí. Se
había confirmado, se puede querer y no amar, se puede querer y no desear y sino
se desea es mejor dejarlo pasar.

sábado, 3 de marzo de 2012

Reflexiones adolescentes de una futura escritora

Nunca pensé que llegara el momento en que dudara de mis
conocimientos, de mi forma de ser. Que intentara cambiar unas ideas que
consideraba inamovibles. Pero no se puede mantener algo inalterable por siempre
y pese a lo que pensemos nosotros mismos va variando. Mirar el recuerdo
facilita apoyar ese cambio, mirar nuestros restos es algo que facilita mi falsa
hipocresía.
Me considero una
persona con una concepción de la vida bien formada. Soy bastante pragmática y realista. Lo que claramente ronda mi cabeza es que hay
sueños inalcanzables y más cuando parten
de un punto económico.
Me han convencido
para que no me rinda y luche por lo que amo por lo que quiero al fin lograr. Es
fácil animarte cuando has llegado a la meta, satisfecha por los logros obtenidos, pero cuando tienes que
recorrer el camino te cuesta creer lo que tanto te animan a hacer. Ante la duda
y la falta de animo puede mi voluntad y
el empeño puesto en esta empresa por lo que tarde me daré por vencida, tal vez
entonces cesara mis ganas por hallar ese fin.
Ahora me encuentro
empezando el camino, poco a poco comenzado a dar los primeros pasos, con miedo,
con reticencia. Me inunda el pánico a poder errar. Pero si no sigo adelante no
sabré si caeré o triunfare. Por lo que
mi mismo ego puede sobre cualquier fallo encontrado. Son mas las ansias de
conseguirlo que las de quedar lamentándome
el día de mañana.
Amante de la literatura,
escritura sin consuma; así me describió un crítico familiar hace unos poco. No
entendí sus palabras pero me llenó de la suficiente confianza para escribir mis
primeras palabras.
Tan solo con una hoja
de papel ante mi y un bolígrafo en la mano. Me enfrenté al reto de llenarla. Parece
ridículo pero de mi, brotaron fantasías que se transformaban en hechos plasmados
con sencillez, y claramente comprendidos por los demás.
Había algo peor que suponía mi gran reparo; enseñar lo
escrito. Nunca tendría el valor para mostrar algo tan privado como mis
sentimientos escritos. Aunque el lector fuese un extraño, por muy objetivo e impersonal que llegara a ser.
Anhelaba tener fuerza,
que en mi flaqueaba. De donde sacarla? El tiempo, el lugar y las circunstancias
y por supuesto mi fuerza interior, mi
tesón, me ayudarían a llevarlo a buen puerto. Al fin y al cabo era una crítica,
eso contribuiría a que mis frágiles escritos pudiesen algún día ser algo
más.
Y así cuando me
suponía madura para mi corta edad aprendí que me faltaban grandes cosas por
descubrir y escribir.

jueves, 1 de marzo de 2012

El reencuentro

La tarde pasaba y no
pasaba nada. Tirada en el sofá mirando al techo, y sus pensamientos llenos de
su presencia. Mirando un teléfono que no sonaba. Preguntándose que había pasado.
Preguntándose el por qué de su ausencia. Sus palabras estaban grabadas en su mente. Podía
repetirlas una a una sin fallar ninguna. No entendía ese cambio de opinión en una
semana. Solo hacía unos días la deseaba, como un animal en celo. Le aseguraba sus ganas de tenerla, poseerla,
comerla, saborearla. Y ahora silencio. Silencio. Silencio. Silencio.
Sus pensamientos
llenaban la habitación. Sólo anhelaba que se hicieran realidad. Poder sentir su
olor, sentir su piel, sus labios en sus labios. Sólo, sentirse mujer.
Siguió desbaratando cualquier opción lógica hasta que el
sueño la venció. Cuando despertó era ya de madrugada y todo seguía igual. Se
fue a su cama, que tanto anhelaba tener su presencia.
A la mañana, se despertó con él rondando de nuevo en su
cabeza. Estaba harta, harta de esperar. Se levantó y como alguien robotizado,
se preparó el desayuno, buscó la maleta y la hizo meticulosamente, como si su
preparación ya estuviese diseñada desde hacía mucho tiempo.
Casi media sonámbula se metió en al ducha. El agua cayendo en
su cuerpo desnudo encendía el deseo de tenerle detrás, sintiendo su respiración
acelerada, besándole el cuello, recorriendo con sus manos sus pechos, haciéndola
gozar una y otra vez. Cerró el grifo y se esfumó su ensimismamiento. Se secó
como si de un ritual se tratase. Cada poro de su piel estaba ya encendido y en
está ocasión no esperaría a que otro lo apagase. Se vistió, agarró la maleta y salió por la
puerta.
Ya en el coche y con un cigarrillo en la mano, empezó a ser
consciente de lo que iba a hacer. Una locura. Una locura en mayúsculas. Tenía
que o abrir o cerrar la puerta de una vez. Estaba harta de tener la duda. Duda
que nadie disipaba y la carcomía por dentro. Era el ahora o nunca, pues sería
el ahora. Se lanzaba a la aventura.
La verdad es que
tampoco quería conducir en aquel estado de excitación mental. Eran muchos
kilómetros y mucha carretera por delante. Lo pensó mejor. Se dirigió a la
estación aparcó el coche y sin mucha prisa miro el tablón. Sabía su destino,
solo faltaba la suficiente valentía para subirse al tren.
Con el billete en la mano, se debatía en lo racional y lo
pasional de aquello. No debía o si quería. Un dialogo unidireccional que
siempre acababa en lo que sus sentimientos no querían callar. Finalmente
silenciados por la megafonía que anunciaban su salida.
Allí estaba, dispuesta a hacer un viaje nada desconocido,
que tantas veces había recorrido aunque no para encontrarse con él. Tenía por delante muchas horas. Horas para
pensar, para leer, para dormir, para soñar, para agobiarse, para reflexionar,
para arrepentirse, para nada… no había vuelta atrás, aun no estaba tan loca
como para apearse en cualquier sitio, iría hasta la ultima parada.
Se acomodó en su asiento, respiró hondo. Como si aquella
respiración profunda le diera la serenidad para afrontar el viaje. Miró por la ventana y se dejo llevar al ritmo
de tracateo del tren por lo railes.
No sabía muy bien que
hacer al llegar a destino. Llamarle antes era una buena opción. Avisar de sus
intenciones tampoco estaba mal. Pero el miedo al rechazo era mayor que la
cordura. Finalmente pensó que la mejor
idea era llegar al final del trayecto y allí ya decidir lo que hacer.
Según avanzaba el tren avanzaban sus ansias por llegar. Por
desvelar el misterio tan bien guardado. Necesitaba hablar, ser escuchada o ser
parte del olvido. Quería dejar de soñar y hacer realidad lo que su imaginación
había forjado a fuerza de impulsos recíprocos. No quería más ilusiones
fallidas. No más promesas falsas que incumplidas. A fin de cuentas buscaba respuestas.
El espejismo debía de tomar forma. Se habían visto, se
habían amado con pasión indescriptible. Se habían odiado. Se habían perdonado.
Eran amantes, amantes siempre en la distancia. Nunca había escuchado su voz, y
sin embargo sabía sus secretos más profundos. Nunca había tocado su piel pero
conocía cada centímetro de su cuerpo. Nunca sintiera su aliento aunque su
respiración encendiera su deseo.
Aquello era una locura sin sentido. Una
apuesta a la jugada perdedora. Un querer sabiendo que era un no poder. Cuando
estaba a de arrepentirse se detuvo el tren. Estaba en la última
estación, había llegado a su destino.
Bajó temerosa. Sus
manos sudaban y su pensamiento estaba confuso.
Se sentó en un banco sin saber muy bien que hacer. El teléfono entre sus dedos era un juguete sin más.
Llegados a este punto no podía echarse atrás. Marcó su
numero tantas veces memorizado y sin usarlo jamás. Deseó que estuviese apagado
o que rechazara la llamada. No fue así. Una voz contestó. Era conocida,
familiar, como se la había imaginado. Un
hola y un que tal, fue el inicio de una conversación sin mucha complejidad,
cordial, llevadera. De repente se atrevió a decir:
¿Invitas a una caña?.
Claro¡¡ -contestó- cuando?.
Ahora
¿Dónde estas?
En la estación
No escuchó nada más, el teléfono se cortó y se quedó mirándolo suplicando una respuesta de lo que acaba de pasar.
Aturdida era poco para su estado. Descolocada también. No tenía capacidad para
entender lo ocurrido.
Se sentó de nuevo. Y allí
estuvo, sin llevar cuanta del tiempo. Simplemente una brisa en su pelo la
devolvió a la realidad. Se giró y allí estaba él. La observaba y una sonrisa
dibujada en sus labios completaba la imagen. Miradas que se cruzan diciendo tanto sin
decir. Manos que se buscan y se encuentran, bocas que se comen y labios que no
se quieren separar.
Ese roce inicial fue
el comienzo del éxtasis de dos amantes que se acababan de rencontrar, después
de amarse en la distancia sin atreverse a recorrer el espacio material que
separaba una pasión que no se podía controlar ni se quería evitar.

domingo, 26 de febrero de 2012

La vida continua

Lo habían traído hacía horas, nadie se atrevía a hablar con
él. Solo tenía seis años y parecía ser más consciente de lo que pasaba que
todos los demás. Los abuelos se miraban intranquilos. Las manos no las podían
tener quietas, se mascaba su nerviosismo. No sabían como darle la noticia que por todos
era conocida.
El se entretenía mirando los dibujos. Era como si no
estuviera. Pero en un segundo todo cambió. Se levantó, apagó la tele y dijo
mirando al abuelo: Cuando vienen los papis?
El mundo se resquebrajó. El silencio cortaba el ambiente como
aquella pregunta les cortara las garganta a los presentes. Nadie tenía voz para
responder a aquello. Nadie quería hacerlo. Nadie sabía que decir.
La abuela ahogada en lágrimas, dejó atropelladamente la
habitación. Unos miraban hacia otro lado, como si no cruzarse con la mirada del
chiquillo evitara la respuesta. El
abuelo, se acercó y con una falsa y calmada voz solo atendió a decir: No
vendrán.
Lo miró, se sentó y encendió la tele de nuevo. Los resoplidos
se oyeron como la tormenta de verano; claros y atronadores. Era solo la primera
embestida y salieron airosos. Aquello no se podía dilatar en el tiempo. Tendrían que explicárselo.
Tendrían que hablar claramente. Tendrían que destrozar la niñez y la inocencia de un niño.
La vida es así de
cruel, pensaba el abuelo. Mientras en su cabeza iba haciendo el rompecabezas de
la conversación que tendría con su nieto no mucho más allá de aquella tarde.
Iba colocando las piezas en su mente, pero eran difíciles de cuadrar. Siempre
había algún hueco que no hallaba forma de tapar.
Salió fuera, a que el aire refrescara su cuerpo y de paso le
calmara el nerviosismo acumulado. Era dura la situación. Era dura para el ya
curtido en mil batallas de la vida, pero no quería ser participe del dolor del
niño. No podía evitarlo ni tampoco sabía como hacerlo mas liviano. Se tendría
que enfrentar con bravuconería decisión y con mucho tiento. Terrible papel le
había tocado en el reparto de tal macabra representación.
Los espectadores, poco a poco fueron desalojando la sala,
Pues el acto final de la obra no era un desenlace agradable para nadie. Y en el
fondo no tenían mucho interés en presenciarlo.
Decidió enfrentarse. Entró de nuevo. Apagó la tele. Le dio
un abrazo a su nieto y le susurro al oído…. Papá y mamá no van a volver. El
niño lo miró extrañado pero pronto comprendió las palabras de su abuelo. Las
lágrimas brotaron de sus ojos y se agarró fuerte a su salvavidas, el más seguro, y el que le quedaba. Solo musitó:
me miraran desde el cielo, pero tu no te
vas a ir, a que no?
Ahora empezaba lo complicado, enfrentarse a la ausencia de
sus padres. A las caricias de una madre, y al vivir sin apenas haberlos
conocidos. Y los vagos recuerdos que poseía por su tierna edad intentar
mantenerlos vivos, pues ya más no
tendría con ellos. Empezaba una vida, una vida sin ellos, pero ellos desde
donde estuvieran lo protegerían y cuidarían de él, o eso pensaba.
Por duro que fuera o sea la vida sigue y la función debe continuar.

sábado, 25 de febrero de 2012

Amantes

La noche cedía a su encanto y su silencio embriagador,
recorrió nuestro ambiente. Mirando la piedra labrada de alrededor que
reproducía sin pretenderlo a la perfección nuestra inconsciente mente.
Juguetona estaba la brisa, anunciante de un enternecedor desenlace.
Dos amantes que se encuentran, furtivos, ocultos, temerosos.
Sabiendo del peligroso de ese instante.
Falsas divagaciones fluían de tu ser. Eran intentos de que
se captara tu mensaje. Ajena a su real sentido, me perdía entre las dudas y un
resquicio de luz.
Volvías de nuevo en un reintento de comunicación, orando a
ver si había receptor alguno para tal empresa. Pero nada.
Mi intento de
compaginar mi ritmo a tu ritmo se era inútil. Cuando se formulaba una pregunta
en silencio casi peligroso, que nos inundaba, haciendo que nuestra mente
recorriera paisajes ensoñados y no
sacase fruto alguno de su lógica.
Eramos seres poseídos por una fuerza inhumana de atracción.
Incapaces de escapar a esa cadena perpetúa a la que nos veíamos sometidos.
De nuevo se producía
una descarga al cruzar nuestras miradas, mientras evitábamos dejarnos caer.
Presentimientos de algo temeroso empezaron a inundarme, temiéndote incapaz de
cumplir tales acciones pero nada me cercioraba de tal equivocación.
Eras un amante enamorado, no queriendo renunciar a la única
oportunidad de ser amado. Llevarías hasta las últimas consecuencias tu deseo.
No hubo más palabras, ni más preguntas, sólo se oyeron los gemidos de dos
animales poseyéndose. Y la fría y desnuda piedra era la única poseedora de tal
silencio y que tantas veces volvería a presenciar.

sábado, 18 de febrero de 2012

Un día, tu y un instante.

Ahora la luna brillaba con intensidad. Había vuelto a casa
para dormir unas pocas horas, pero la noche fuera demasiado larga. Algunos
pensamientos revoloteaban en mi mente y me hacían dudar de su credibilidad. O
era mejor pensar que solo eran un supuesto en mi mente llena de cansancio.
Mañana decidiría o en tal caso lo consultaría con la almohada, que era más
conciliadora y pasaba de discutir conmigo.
El amanecer en breve daría comienzo y mis ojillos se
cerraban buscando un sueño que tal vez fuese imposible recordar mañana.
Pensándolo bien era la magia de nuestra imaginación más oculta. Finalmente caí rendida con los rayos de la
luna posándose en mi rostro.
Al despertarme mi cara mostraba secuelas de la noche
anterior. Algo rondaba mi cabeza como un presentimiento nada sobre mi acción futura.
Como siempre, sonámbula conseguí llegar al cuarto de baño,
viendo en el espejo a una persona desconocida. Mostraba cansancio, ojeras
prominentes y tal vez demasiada palidez para un día que debería ser perfecto.
La casa desierta mostraba un estado desolador, todo cerrado,
sin voces, sin luminosidad. No podía soportar aquel silencio. No aguanté más y
puse remedio; subí persianas, abrí ventanas, necesitaba sentir aire fresco,
nuevas sensaciones en mi vida.
Al mismo tiempo me inundaba una tentación de meterme en cama
y apreciar el calorcillo de las sabanas aun palpable. Mi instinto me impidió que hiciera tal acometido.
Intenté hacerme un
suculento desayuno que terminó en un desastre; primero la cafetera imposible de
abrir, luego la leche hirvió demasiado haciendo un pequeño gran estropicio por
mi limpia cocina. Ya veía mi día perfecto; lleno de desastres, por supuesto.
Tendría que salir a la calle, si esperaba algo mejor.
Intentaría de paso que el ambiente urbano me levantara el animo.
Bajé las escaleras y como estaban recién fregadas, resbalé.
Suerte que no había ninguna vecina curiosa para chismorrear cuando me hubiera
levantando. El golpe fue supremo pero no lo suficiente para no seguir adelante.
Seguí bajando…al llegar el portal estaba mi vecina preferida preparada con su
repertorio de preguntas. En el fondo siempre era respetuosa al igual que
cotilla. Mejor dicho era más preocupada por la vida ajena que por la suya
propia. Me puso al corriente de las
últimas nuevas del barrio. No tenía humor para soportarla así que pase de ella.
No quería oir chismes deformadores sobre la gente de la urbanización. Me
despedí de ella de manera cortés pero tajante. Mi rumbo seguí.
Paseaba tranquila, no tenía prisa. Mi pensamiento andaba en cosas
intrascendentes sin sospechar cual sería la próxima parada. Tan ensimismada iba
que la gente de mi alrededor eran ausentes para mi. La mirada perdida se posó
en una chica con el color estopa y unas pintas horrorosas en la cima de la
inconformidad. Ella era todo lo contrario a mi persona convencional y acusada
por mis últimas vivencias. Aquello era
una situación graciosa, nadie podría adivinar mi desbaratado pensamiento.
El caminar me llevó a mi destino; un parque retirado del
centro. Un sitio tranquilo que apaciguaría el progresivo desbaratamiento. Me tumbé
en la hierba con ganas de no pensar, pero no tenía tal certeza. Deje vagar mi
mirada por el entorno, y se posó en ti, pensativo como yo. Mi cabeza no estaba
quieta, he intentó adivinar el motivo de tu tristeza tan aparente. Al mismo
tiempo mi intimidad era atentada por tu mirar insistente. Mi libertad era
infringida al sentirme tan observada por un extraño y de forma tan natural. El
interés fue desde el primer instante, como si tú emitieses preguntas que
sencillamente creía imposibles de responder.
Finalmente conseguí apaciguar mis pequeñas locuras a través
de tus ojos suavizados. Quería ser espontanea y eludir mis dudas, por el
contrario tenía miedo a no ser yo misma. No quería dobleces ni complicaciones, así sería mejor.
El tiempo pasaba. Tú me intrigabas cada vez más. La idea
acertada era evitar líos y eso lo evitaría marchándome. Al levantarme sentí
pequeños remordimientos por no poseer la osadía suficiente de tentar lo
extraño. En el fondo reconocía mi miedo y eso me aterraba.
Para mi sorpresa, no
te inmutaste cuando inicié mi retirada. Supiste con maestría perseguirme
con mirada firme. Me fui. Era hora de marcharme y no pensar. Una ligera
sospecha me rondaba; no sería nuestro
único encuentro.
De nuevo me enfrenté a la calle abarrotada de gente. Sola
ante la multitud era como me sentía. Me encaminé hacia casa, tomaría algo y a
dormir. Era animal de costumbres fijas, pero el cansancio empezaba a dar
muestras visibles y contra eso no se podía luchar.
Subí los escalones enturbiados por mis pensamientos. Calenté
algo, comí y me tumbé en cama. Y tu meciste mi sueño apoderándote de él como la
luna me arropara h

viernes, 17 de febrero de 2012

Ella, mi abuela

El cuerpo se me estremece solo de pensar que no volverá a
estar. Aún no se, puede ser cosa de minutos, tal vez de segundos. Una llamada y
una tragedia.
Pensaba que con los años nos hacíamos más fuertes, y con eso
armarnos de valor para ciertas ocasiones. Nada está decidido, el destino es el
destino.
El teléfono suena y no me atrevo a descolgar. Me acerco, mi
voz temblorosa no da articulado palabra. Me sereno al darme cuenta que mi
interlocutor era una vieja amiga. Me preguntaba por su estado. ¿Quién sabe? Colgué.
Volví a revisar fotos sobre viejas excursiones y
celebraciones. Siempre aparecía con cara de tranquilidad, escondiendo así su
temperamento fuerte. Llegaría a dar todo por ello si se llegara a ir.
El tiempo siguió pasando hasta que de nuevo volvió a sonar
el teléfono. Tuve un mal presentimiento. Al otro lado, una voz esforzada de
llorar. Sólo dijo una frase que se clavó como una daga; “nena, se fue para no
volver más”. En ese momento mi voz se apagó. Me sentí sola, incompetente ante
aquella situación. Me dejé caer en el suelo, las lágrimas empezaron a brotar
como ahora al recordarlo.
Solo un grito al viento. ¿Por qué? Mi alarido no tuvo
respuesta.
El mundo se abría bajo mis pies. Era una sensación realmente
desagradable, algo difícil de contar.
Por qué me sorprendía tanto? Lo sospechaba desde aquel día
oscuro que se la llevaron. Supuestamente para estar mejor atendida. Pero mis
esperanzas de ver su recuperación se nublaban cada día más. Algo para mis
adentros me aseguraba que esta vez no volvería.
Las discusiones durante horas, sin razón aparente se habían
terminado para siempre…..
Cada vez que recuerdo esos días a su lado, en su regazo.
Riéndome por sus ocurrencias….
Pensaba que al llegar ese momento, el momento en que la
muerte gana la batalla, sería más fuerte. Pero mi cuerpo tiembla, y mis manos
no pueden estar quietas, las piernas no responden… estoy muy nerviosa y triste
a la vez.
Las lágrimas siguen brotando, recorriendo mi rostro. En mi
mente esos ojos, esas arrugas, ese rostro lleno de serenidad, unas manos que
demostraban una vida llena y rica de experiencias.
Ella no era como las demás, era sólo mía. Todos nos decían
que éramos imposibles, ni juntas ni separadas.
Ahora había que despedirse. Se fue para no volver dejándome solo
recuerdos