domingo, 26 de febrero de 2012

La vida continua

Lo habían traído hacía horas, nadie se atrevía a hablar con
él. Solo tenía seis años y parecía ser más consciente de lo que pasaba que
todos los demás. Los abuelos se miraban intranquilos. Las manos no las podían
tener quietas, se mascaba su nerviosismo. No sabían como darle la noticia que por todos
era conocida.
El se entretenía mirando los dibujos. Era como si no
estuviera. Pero en un segundo todo cambió. Se levantó, apagó la tele y dijo
mirando al abuelo: Cuando vienen los papis?
El mundo se resquebrajó. El silencio cortaba el ambiente como
aquella pregunta les cortara las garganta a los presentes. Nadie tenía voz para
responder a aquello. Nadie quería hacerlo. Nadie sabía que decir.
La abuela ahogada en lágrimas, dejó atropelladamente la
habitación. Unos miraban hacia otro lado, como si no cruzarse con la mirada del
chiquillo evitara la respuesta. El
abuelo, se acercó y con una falsa y calmada voz solo atendió a decir: No
vendrán.
Lo miró, se sentó y encendió la tele de nuevo. Los resoplidos
se oyeron como la tormenta de verano; claros y atronadores. Era solo la primera
embestida y salieron airosos. Aquello no se podía dilatar en el tiempo. Tendrían que explicárselo.
Tendrían que hablar claramente. Tendrían que destrozar la niñez y la inocencia de un niño.
La vida es así de
cruel, pensaba el abuelo. Mientras en su cabeza iba haciendo el rompecabezas de
la conversación que tendría con su nieto no mucho más allá de aquella tarde.
Iba colocando las piezas en su mente, pero eran difíciles de cuadrar. Siempre
había algún hueco que no hallaba forma de tapar.
Salió fuera, a que el aire refrescara su cuerpo y de paso le
calmara el nerviosismo acumulado. Era dura la situación. Era dura para el ya
curtido en mil batallas de la vida, pero no quería ser participe del dolor del
niño. No podía evitarlo ni tampoco sabía como hacerlo mas liviano. Se tendría
que enfrentar con bravuconería decisión y con mucho tiento. Terrible papel le
había tocado en el reparto de tal macabra representación.
Los espectadores, poco a poco fueron desalojando la sala,
Pues el acto final de la obra no era un desenlace agradable para nadie. Y en el
fondo no tenían mucho interés en presenciarlo.
Decidió enfrentarse. Entró de nuevo. Apagó la tele. Le dio
un abrazo a su nieto y le susurro al oído…. Papá y mamá no van a volver. El
niño lo miró extrañado pero pronto comprendió las palabras de su abuelo. Las
lágrimas brotaron de sus ojos y se agarró fuerte a su salvavidas, el más seguro, y el que le quedaba. Solo musitó:
me miraran desde el cielo, pero tu no te
vas a ir, a que no?
Ahora empezaba lo complicado, enfrentarse a la ausencia de
sus padres. A las caricias de una madre, y al vivir sin apenas haberlos
conocidos. Y los vagos recuerdos que poseía por su tierna edad intentar
mantenerlos vivos, pues ya más no
tendría con ellos. Empezaba una vida, una vida sin ellos, pero ellos desde
donde estuvieran lo protegerían y cuidarían de él, o eso pensaba.
Por duro que fuera o sea la vida sigue y la función debe continuar.

2 comentarios:

  1. Guau...es impresionante!!!
    No he podido evitar emocionarme al leer esta relato...que dura es la vida a veces y explicar a un niño la pérdida de la muerte, aún más!!!
    Me gusta como escribes, no dejes de hacerlo ;)

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  2. n cada relato,quedá el aroma de un ser con una exquisita sensibilidad.y profunda convicción de lo que siente.Sigue ¡¡¡aprendiz de letras como se sigue en la vida misma.porqué tiene muchoo por regalar a quienes te sentimos..Me emocionas.Un placer.

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