viernes, 17 de febrero de 2012

Ella, mi abuela

El cuerpo se me estremece solo de pensar que no volverá a
estar. Aún no se, puede ser cosa de minutos, tal vez de segundos. Una llamada y
una tragedia.
Pensaba que con los años nos hacíamos más fuertes, y con eso
armarnos de valor para ciertas ocasiones. Nada está decidido, el destino es el
destino.
El teléfono suena y no me atrevo a descolgar. Me acerco, mi
voz temblorosa no da articulado palabra. Me sereno al darme cuenta que mi
interlocutor era una vieja amiga. Me preguntaba por su estado. ¿Quién sabe? Colgué.
Volví a revisar fotos sobre viejas excursiones y
celebraciones. Siempre aparecía con cara de tranquilidad, escondiendo así su
temperamento fuerte. Llegaría a dar todo por ello si se llegara a ir.
El tiempo siguió pasando hasta que de nuevo volvió a sonar
el teléfono. Tuve un mal presentimiento. Al otro lado, una voz esforzada de
llorar. Sólo dijo una frase que se clavó como una daga; “nena, se fue para no
volver más”. En ese momento mi voz se apagó. Me sentí sola, incompetente ante
aquella situación. Me dejé caer en el suelo, las lágrimas empezaron a brotar
como ahora al recordarlo.
Solo un grito al viento. ¿Por qué? Mi alarido no tuvo
respuesta.
El mundo se abría bajo mis pies. Era una sensación realmente
desagradable, algo difícil de contar.
Por qué me sorprendía tanto? Lo sospechaba desde aquel día
oscuro que se la llevaron. Supuestamente para estar mejor atendida. Pero mis
esperanzas de ver su recuperación se nublaban cada día más. Algo para mis
adentros me aseguraba que esta vez no volvería.
Las discusiones durante horas, sin razón aparente se habían
terminado para siempre…..
Cada vez que recuerdo esos días a su lado, en su regazo.
Riéndome por sus ocurrencias….
Pensaba que al llegar ese momento, el momento en que la
muerte gana la batalla, sería más fuerte. Pero mi cuerpo tiembla, y mis manos
no pueden estar quietas, las piernas no responden… estoy muy nerviosa y triste
a la vez.
Las lágrimas siguen brotando, recorriendo mi rostro. En mi
mente esos ojos, esas arrugas, ese rostro lleno de serenidad, unas manos que
demostraban una vida llena y rica de experiencias.
Ella no era como las demás, era sólo mía. Todos nos decían
que éramos imposibles, ni juntas ni separadas.
Ahora había que despedirse. Se fue para no volver dejándome solo
recuerdos

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