Ahí estas, tranquilo, me miras sin decir palabra y tus ojos
me acaban contando mil y una historia calladas. Para que decir más?¡
Estas a punto de partir. No tienes billete de vida, y de
vuelta menos. No sabes si tardaras unas horas, tal vez un día, como mucho una
semana. Pero tu marcha está próxima.
Verte despojado de todo miedo, de todo temor. Me transmites
serenidad y al mismo tiempo una profunda tristeza me invade. No quieres verme asi, intento ocultar mis
emociones. No es el momento para ello, ya podré mas tarde.
No necesito decírtelo, pero lo sabes; eras mi oasis en este
desierto de arenas cambiantes. Eras mi isla en este océano lleno de tiburones
disfrazados de peces de colores.
Siempre supiste hacerme sentir “guapa”, no por fuera sino
por dentro. Me diste fuerza cuando flaqueaban las mismas, empujones de realidad
cuando creía en la fantasía infantil.
Desde que llegué, conseguiste darme un sitio donde fuese
libre y lograse ser yo misma. Donde oir y ser oída. Donde hablar y escuchar tus historias.
Me regalaste momentos especiales, recuerdos que recobraré y
seguirás estando junto a mi.
Sabía que te irías pronto, que no demorarías tu partida.
Estaba avisada. Y ahora que tus maletas están vacías de objetos y llenas de
instantes, sensaciones y experiencias vividas, tu marcha es decisiva y sin
vuelta atrás.
Mas que nunca me cuesta despedirme de ti, decirte adiós.
Te recordaré con una sonrisa, a pesar de que una lágrima
recorra mi mejilla. Y no, no te diré adiós, te diré hasta vernos, porque donde
vayas sé que seguirás mirándome, viendo las huellas de mi pisadas. Me guiaras
por los cruces del camino, donde me equivocaré y acertaré, ambas cosas o
ninguna a la vez.
Espero que el viaje sea agradable, aunque los dos sabemos
que con alguna turbulencia de más.
Gracias, por cruzarte conmigo.
Hasta vernos.